Leyendo algunos de los muchos comentarios que circulan en las
comunidades virtuales de este curso masivo, observo que en el ámbito
de los servidores públicos (llamados funcionarios, en la mayoría de
las ocasiones con carácter peyorativo) existe la convicción de que
la propia Administración es la que impide con su rígida estructura
que se puedan llevar a cabo prácticas de innovación.
Se comenta con carácter general la implantación de cambios
principalmente en temas como la formación y la movilidad de los
funcionarios y, como no en el ámbito de las nuevas tecnologías de
la información y la comunicación. Creo que tradicionalmente los
trabajadores, en todos los sectores, nos instalamos con facilidad y
sin mucha dilación en la inercia del “a donde fueres haz lo que
vieres”.
Con respecto a la formación, la Administración ha impulsado o
vinculado la formación de sus trabajadores con la adquisición de
méritos para la promoción en la carrera administrativa. De esta
forma, se ha primado dicho objetivo de rentabilidad personal sobre el
valor público, es decir, el beneficio de los ciudadanos.
El aspecto más relevante, a tenor de mi experiencia, primero para el
buen funcionamiento de los órganos administrativos y, segundo, para
la implantación de prácticas de innovación es, sin duda, la
actitud personal. Por encima e independientemente de ese anclaje
negativo de la propia superorganización de la Administración, se
encuentra la iniciativa de las personas intraemprendedoras. Tengo el
firme convencimiento de que todos los empleados públicos estamos en
condiciones de, en nuestro puesto de trabajo, implantar nuevas y
mejores formas de producir los servicios públicos.
Concluyendo esta leve reflexión, decir que, no obstante las
microinnovaciones que podamos llevar a la práctica de manera
personal, el sector público experimentará mejoras que generen
innovación cuando la población, recibiendo una educación adecuada
desde la infancia, tenga consciencia de que cada uno de los
ciudadanos tenemos responsabilidad en el ámbito de lo público: que
el matenimiento de los equipamientos públicos depende de nosotros,
que el cuidado de la salud comienza en nosotros, que el cumplimiento
de las obligaciones tributarias es responsabilidad nuestra, etc...
Siempre ha resultado y continúa resultando muy sencillo
responsabilizar a los otros e instalarnos en la comoda posición de
la crítica indiscriminada y profesional en la que los demás siempre
tienen la culpa de todo y todo lo hacen mal, quedando nosotros
siempre libres de pecado.
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